EL PASTOR HERIDO.
Pastor Angel
Contreras.
“Hiere al pastor
y serán dispersadas las ovejas” Zacarías 13.8
Había un pastor
que cuidaba de un rebaño, aunque no era suyo, había aprendido a amarle como de
su propiedad. Cada día llevaba el rebaño a las alturas de las montañas para que
las ovejas comieran lo mejor de aquellos pastos. Cierto día cuando regresaban
al redil de su amo, mientras pasaban por un bosque de pinos; una jauría de
lobos le salió al encuentro tratando de arrebatarle las ovejas más pequeñas,
entonces el pastor valientemente las defendió con su vara; Pero en la lucha el
pastor salió gravemente herido de su costado derecho, a duras penas lograba
mantenerse en pie. A causa de sus heridas, ya no pudo dirigir a las ovejas a su
lugar y cayó a tierra inconsciente.
¡Algo curioso
ocurrió! Las ovejas comenzaron a rodearle desde las más pequeñas hasta las más
grandes, silenciosamente le guardaron por tres días y en las heladas noches con
sus tibios cuerpecitos le daban el calor necesario; al termino del tercer día
el pastor despertó débil y sediento, pero las ovejas recién paridas como
sabiendo su necesidad, se le acercaban para que el con esfuerzo pudiera beber
leche fresca.
Cuando pasaron
ocho días el pastor ya había recobrado fuerzas, y esforzándose se puso en pie y
agradeció a Dios por la ayuda prodigiosa a través de su rebaño. Luego aun un
poco débil comenzó a llamar a sus ovejas y se pusieron en camino al redil.
Desde aquel día
el pastor se esmeraba aun más en el rebaño, los amaba mucho más que antes en
agradecimiento; pues las ovejas que él había protegido por tanto tiempo, esta
vez le habían salvado la vida. Mirad cual amor nos ha dado el Padre… (Jn. 3.1)
Cada vez que
extraviaba una oveja, una extrema angustia le invadía e iba por los prados,
valles y montañas, hasta encontrarla. Si estaba en peligro de fieras luchaba contra
ellas h asta libertarla, si la
encontraba enredada en algún zarzal, con su cayado la liberaba y la traía al
redil.
Desde aquel día tanto las ovejas como el
pastor aprendieron que el amor entre pastor y rebaño es recíproco, pues al que
tú has defendido desinteresadamente, tarde o temprano podría salvarte la vida.
Pastor
ESTO TENGO QUE DECIRTE: “No te apacientes
a ti mismo, apacienta el rebaño, no esquiles a la débil, ni te comas la
engordada. Fortalece a la débil, cura a
la enferma, venda la perniquebrada, vuelve al redil a la descarriada, busca a
la perdida. No te enseñorees de tus ovejas con dureza y violencia” (Ez.
34.1-4).
¡Recuerda, cuida y defiende tus ovejas, puede que un día te
salven la vida!